El sol incandescente me dio los buenos días y como un viejo amigo al que uno tiene rato de no ver, a ese que llamamos entrañable, de esos que llegan hasta tu dormitorio, y te despierta con una nalgada, lo sé, lo sé, ya sé que me entendieron, bueno, la idea ya la captaron. Ese entrañable amigo me despertaba de mi letargo sueño, bueno eso es lo que en realidad pensé que me estaba ocurriendo. Hace unas horas atrás, me encontraba dentro de un hermoso y lujoso crucero en el mar Caribe, cuando de pronto una ola nos cubrió de repente y literalmente nos trago. Como yo me encontraba en cubierta, fui el primero al que lanzo al océano. Luego, lo siento, pero no hay un luego, bueno en realidad, ignoro los acontecimientos que siguieron en mi odisea por el mar abierto. Abrí mis ojos, y mi cuerpo estaba completamente empapado y sucio de arena, mis brazos me dolían y mis pies descalzos tenían unas pequeñas cortadas. Ahí fue cuando descubrí la peor de las realidades, por primera vez en mi entera vida, me había convertido en un naufrago de una isla remota y desolada. Bueno, me hubiera gustado que fuera así, pero al virar mi vista hacia mi derecha, explorando los alrededores, vi a un muchacho más joven que yo, y eso que había llegado a mis tiernos treinta años, pero no es lo que interesa en estos momentos, aquel joven despertaba de un total desconcierto.
- Hola – le grité
- ¿Dónde estamos? ¿Por dios, dónde estamos? – fueron sus chillidos iniciales, y por su tonito de voz no fue muy difícil de enterarse que alguien tenía sus plumas mojadas.
- Tranquila, digo, tranquilo, no hay porque desesperarse, todo está bien.
- ¿Cómo es posible que diga que todo está bien, si estamos perdidas, lejos de mis papis, de mis amigas, no puede ser, sola en este lugar.
El lloriqueo de esta dama no me dejaba pensar y en realidad, comenzaba a desesperarme.
- Oye, oye, dime ¿cuál es tu nombre? – lo miré con cierto desdén
- Claudia, pero mis amigas me dicen tita, ay, mis amigas – y el concierto de llantos comenzó nuevamente
- Es lo que me faltaba, naufragar con una loca – dije en voz baja
- Mira mis uñas, se me dañaron todo, mira, se desprendieron todo el bonito color que tanto me costó pintarme en las noches. Le dije a mi amiga Alex; Alex, es una de las amigas que tengo, pero realmente no es tanto como parece, pero ella me dijo que este color no me va con el tono de mi piel, porque déjeme decir que mi tono es muy acaramelado, y no es fácil escoge cualquier tipo de color, sabe a lo que me refiero ¿no?
Inicialmente moví mi cabeza asintiendo pero mi mente me traiciono y agregue: - No tengo ni la más mínima idea de lo que me estas hablado.
- ¿Entonces qué hacemos? Me preguntó mortificado
- Pues debemos explorar la isla, y no sé, buscar refugio, es lo que se me ocurre – fue mi respuesta con un tono de duda
- No, hombre, hablo de mis uñas
Aquella observación me hizo hervir la sangre, ante tanta insensibilidad de nuestra situación precaria.
- A mi que me importa tus putas uñas – y le pateé un poco de arena
- Ay – fue el largo grito afeminado que salió de su boca y prosiguió – brusco, desalmado, cochino…
- Si, si, lo que tu digas – y continué mi camino adentrándome en la maleza
Ya me encontraba más tranquilo, cuando de pronto detrás de mi escuche, que alguien se aproximaba. Mi corazón latía muy rápido, y adopte una posición de alerta, esperando cualquier cosa que apareciera, y de pronto…
- Ay, por dios, hasta que al fin lo alcanzo, oye, pero como caminas tan rápido hombre, por favor, mira que ya casi ni respiro – y se sentó sobre la mitad de un tronco
- ¿Y quién te dijo qué me siguieras? Casi me matas del susto
- ¿Entonces qué? ¿Querías que me comiera un tigre o un león? – fue su sutil observación
- Sería un milagro – agregue
- ¿Cómo? – dijo asustada la loca
- Que sería un milagro ver un tigre o un león en la playa, es casi imposible que ocurra
- ¿Y para dónde vamos? – hizo la pregunta que no deseaba escuchar
- ¿Vamos? Eso parece mucha gente. Al menos yo voy a explorar para conocer el terreno
- O sea como que vamos de safari, ay, y yo sin la ropa adecuada
- Como quieras, pero lo mejor sería que te quedaras en la playa, ya sabes, por si apareciera una embarcación y así uno de los dos pueda pedir auxilio, mientras el otro busca un refugio, ¿no lo crees?
- Me parece una excelente idea, oye, además de guapo no eres nada tontito – y me lanzo una mirada que me inquieto completamente
- Bien, entonces, levántate y anda
- Ay, si, como le dijo Jesús a Lázaro, “levántate y anda” – y a continuación una risita chillona, la cual no me hizo nada de gracia
No había avanzado ni cincuenta metros, cuando oí el grito más aterrador de mi amiga que me paralizo. Estaba indeciso entre huir en sentido contrario de donde provenía el grito o salir en busca de aquella persona, para ayudarle o al menos, saber sobre el motivo del grito. Algo humano dentro de mí optó por lo segundo, así que me apresure hasta donde se había escuchado el grito. Ahí, de pie, estaba la loca, sosteniendo una botella oscura, y me miró con unos ojos de felicidad.
- ¿Qué paso? – le pregunté asustado
- Mira, mira, una botella
- ¿Y eso te hizo gritar?
- No lo ves, es una botella mágica
- ¿Mágica? ¿Qué tiene de mágico una botella?
- Ay, que falta de imaginación. Se nota que desde pequeño nadie te contaba cuentos al ir a la cama.
- No entiendo, que tiene que ver esa botella con el grito que lanzastes
- Ah, es que me emocioné al ver la botella ahí tirada en el suelo, esperando a que yo pasara. Entonces, la recogí y me dije a mi misma, botellita, botellita, ¿eres solo para mí?
- ¿Y te contesto la botella? – le dije sarcásticamente
- No, claro que no, las botellas no hablan
- Al fin, algo con sentido
- Se trata de lo que hay dentro de la botella – agrego con un aire de misterio
- Ah, ya entiendo, tienes razón, pueda ser que este llena de agua o de licor, lo cual significa que tendremos algo fresco que tomar, a ver pásame la botella.
- ¿Y qué te crees? ¿Match and daddy? Eso de “Pásame la botella”, mangos, esta botella es mía – y escondió la botella detrás de su espalda
- Bueno, estamos o no los dos en este “safari”, ¿ah? – le cuestioné un poco molesto
- Si, claro que si, pero lo que no entiendes es que adentro de la botella no hay nada de liquido que tomar
- ¿Ah, no? Y ¿entonces, qué?
- UN GENIO – fue el grito que volvió a lanzar que me dañaba mis oídos
- Por favor, no vuelvas a gritar que torturas mis oídos
- Perdón, mi rey, pero es que estoy emocionada
- Y según tú, lo que hay dentro de la botella es un genio ¿verdad?
- ¿Tú no lo crees? – me miró desafiante
- ¿Y qué harás ahora, la frotaras o le quitaras el corcho? – volví con mi acostumbrado sarcasmo
- Búrlate si quieres, pero cuando el hermoso genio salga dentro de esta linda botella, rogaras porque te conceda los deseos más querido por ti
- Por favor, hay cosas más importantes que escuchar tanta estupidez, así que, quédate con tu botella que voy a continuar explorando la isla
Me retiré del lugar, y continué mi camino, pero cada vez que recordaba el episodio anterior, me reía de tanta locura. Un genio dentro de una botella, me decía, no es más que un cuento de hadas, del que no podía permitirme compartir con mi compañera, porque me desconcentraba del verdadero propósito de mi desventura, que era encontrar un refugio para la noche y las inclemencias del clima. Me consideraba algo así como un Robinson Crusoe, claro, sin el tal viernes, porque con mi compañera actual, parecía más bien un jueves.
Caminé y caminé, mientras los mosquitos me picaban sin piedad en toda parte de mi cuerpo, aquello era una situación muy difícil, y sobre todo que el calor incipiente de la aparente isla, creaba en mi mente desesperada, las ganas de encontrar rápido una fuente de soda, una cantina o cualquier establecimiento que me brindara algún líquido que apaciguara mi sed.
Consideré que ya había caminado mucho, y sin mi reloj, difícilmente pudiera entender el tiempo que había transcurrido desde que deje a jueves, digo, a Claudia. Esperaba que estuviera sentada frente a la costa, mirando el mar, en busca de algún navío. Sin embargo, por la mentalidad que ella había mostrado, no se me ocurría en qué forma pudiera avisarle a la embarcación de nuestra presencia en la isla, eso me deprimía ante tan infame ayuda que estaba a mi lado, en esta odisea, pero eso no amilanaba mi caminar en búsqueda de refugio y ahora de agua.
Cuando ya al fin, mis fuerzas llegaron a sus últimas y extremas pruebas de fortaleza, flaqueé y comencé a gatear como un niño pequeño, hiriendo mis manos y mis rodillas, mis ojos estaban casi cerrados, me había dejado vencer por la naturaleza. Mi mente me jugaba tontas imágenes, me parecía incluso escuchar muchas risas y voces femeninas, muy próximo de mi posición, hasta llegué a escuchar los ruidos del chapuceo de las piernas en una piscina. Eso, me motivo a levantarme, y correr hacia de donde provenían las risas.
Llegue, hasta donde las grandes hojas de los arboles y las lianas permitían acceso a un vasto llano verde, y en su centro una laguna de agua cristalina. Sin pensarlo, y casi vestido como un vagabundo, con tiras de mi ropa, corrí con lagrima en los ojos hasta ese oasis. Como un niño me tiré dentro del agua, jugaba con ella, salpicaba mi rostro, mi sonrisa era amplia y se dibujaba de oreja a oreja. Nadé hasta que llego la noche, y eso me asusto verdaderamente porque la luna estaba desaparecida tras las nubes y no podía mirar por ningún lado, y el objetivo principal del refugio se me había completamente olvidado.
Salí del agua, y parecía que el clima había cambiado y un poco de frío, heló mi cuerpo, casi titiritando, comencé a caminar. No encontré lo que quedaba de mis zapatos, así que descalzó, comencé a buscar el camino de regreso, pero ante lo que parecía imposible, preferí quedarme al lado de un gran árbol. Todos los ruidos impensables invadieron mi entorno, y eso me hizo acurrucarme lo más que pude entre las grandes raíces que sobresalían de la tierra. En ese momento pensé en mi compañera, cómo la estaría pasando, qué sería de ella, y de pronto:
- Lindo, oye, lindo ¿Estas aquí? – se oía aproximándose
- Aquí, aquí, soy yo, el lindo – gritaba con todas mis fuerzas como un niño que se alegraba al escuchar a sus padres
Cuando Claudia, llegó, la abracé con tanta ternura que se me había olvidado lo que ella era, y eso parece que le llenó de alegría, porque respondió a mi saludo, abrazándome también, hasta el punto que comenzó a acariciar mi cabello y mi espalda. Ahí fue donde me separe de ella.
- Que bien, que me encontrastes – le dije cambiando mi tono de voz un poco más masculina y sin que se percatara la vergüenza que me invadía
- Es que me sentí muy sola allá en la orilla del mar, oyendo las olas, una y otra vez, una y otra vez, y no me gusta estar sola.
- ¿Y qué paso con el genio? – pregunté con curiosidad
- Bueno, tenías razón, una no puede tampoco ser muy ingenua, y mejor preferí, abrir la botella y mirar adentro, y ¿qué crees? – me preguntó
- ¿No sé, qué había adentro? –
- Nada, absolutamente nada, ni siquiera agua para humedecer mi garganta – contestó con un tono desalentado
Casí me río en su cara por tanta ingenuidad, pero fue mejor informarle que estábamos a la orilla de un lago o pozo de agua.
- Tranquila, que mañana podrás bañarte en esa laguna que encontré…
Y sin haber terminado de decir nada, aquella Claudia, comenzó a desvestirse.
- ¿Qué diablos haces? – le pregunté sorprendido
- No dices que ahí al frente hay agua para bañarse, entonces, para qué esperar a mañana, yo voy ahorita porque me siento toda sudada, y no hay peor cosa que acostarse toda sucia, toda cochina, no, no, nada de eso, así que voy a darme un chapuzón ¿No vienes?
- No, gracias, ya tuve por hoy bastante
- Bueno, tu te lo pierdes lindo, pero yo voy a pasar mi buen rato
- ¿Y no temes a que haya algún bicho que te pueda picar?
- Si no te pico a ti, ¿Por qué me picará a mi? – me preguntó mientras avanzaba a la laguna
- Porque tal vez, comen sirenas – dije en voz baja para que no me escuchara, pero sonriendo con mi ingenio.
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